PROMESA DE DIOS
Una promesa de parte de alguien confiable lleva en sí el poder para transformar la mente
y la actitud de una persona, y encender la llama de esperanza donde antes existía
solamente depresión, temor y preocupación. Podría tratarse de una promesa por un
nuevo trabajo, un mejor sueldo, una nueva casa, o el galardón por un trabajo bien hecho.
Sin embargo, una promesa solamente tiene valor, si quien promete es una persona
íntegra. La promesa de un mentiroso es como el viento que llega y desaparece.
En el universo no existe nadie más confiable que Dios. Desde el principio, Dios ha hecho
sus obras a través de sus palabras, y ha declarado que su palabra es eterna y no puede
fallar. Por su palabra, Dios creó el universo, el mundo y todo lo que en él hay. La Biblia
declara que la Palabra de Dios es lo que sustenta todo lo que existe (Hebreos 1:3).
A lo largo de la historia, Dios ha hecho promesas al hombre con el propósito de ayudarle
en su vida. Las promesas siempre se componen de dos partes: una condición y un
resultado, el que depende del cumplimiento de la condición.
La primera promesa en la Biblia tuvo que ver con las instrucciones que Dios entregó a
Adán cuando le dijo, “más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el
día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17). Adán y Eva no obedecieron
la condición estipulada por Dios, y sufrieron las consecuencias.
La Palabra de Dios Tiene Poder
Es importante que sepamos que cuando Dios habla, sus palabras llevan en sí poder. El
declara, “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que
riega la tierra, y la hace germinar y producir... así será mi palabra que sale de mi boca; no
volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que
la envié” (Isaías 55:10-11). Entonces, podemos concluir que la Palabra de Dios representa
su poder, su forma de cumplir con sus propósitos en la tierra.
Cuando Noé salió del arca después del diluvio, Dios habló con él y le hizo una declaración.
No fue una promesa que contuviera una condición; sin embargo nos muestra la
inmutabilidad de la Palabra de Dios. “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la
sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche” (Génesis
8:22). Esta declaración es tan cierta, que todos los seres humanos en el mundo planifican
sus vidas según la realidad de estas palabras. El día y la noche, el frío y el calor, el verano y
el invierno, y la sementera y la siega son verdades que existen porque Dios los estableció
por su Palabra. Es su Palabra la que sostiene estas verdades. Si nosotros tenemos la
confianza necesaria para planificar nuestras vidas sobre estas palabras, ¿por qué nos falta
la confianza para hacer lo mismo con las otras palabras de Dios?
Cuando el ángel Gabriel llevó su mensaje a María acerca del nacimiento de Jesús, dijo algo
importante que debemos tomar en cuenta. Después del anuncio a María y de compartirle
el milagro que ya había vivido Elisabeth, Gabriel declaró, “porque nada hay imposible para
Dios” (Lucas 1:37). Seguramente, todos están de acuerdo en esta aseveración, pero en el
griego el significado es aún más interesante. Donde dice, “porque nada hay...” en el griego
existe la palabra ‘rema,’ que significa ‘palabra.’ Se puede traducir así; “Ninguna palabra de
Dios es imposible.” En otras palabras, ninguna palabra de Dios se encuentra sin el poder
para cumplirse.
María hizo la confesión indicada al escuchar una revelación tan importante. “He aquí la
sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). El pueblo de Dios
debe tener la misma actitud. En lugar de dudar que Dios esté dispuesto o capaz de cumplir
con sus promesas, debemos afirmar la obra de la Palabra en nuestras vidas. Su Palabra
hará lo que Él quiere (Isaías 55:11) si nos ponemos de acuerdo con ella.
El Poder De Una Promesa de Dios
Una buena definición de una promesa podría ser: Una promesa de Dios es una declaración
de parte de El que lleva en sí el poder para cumplirse, siempre y cuando las condiciones se
cumplan.
Al pasar tiempo estudiando las escrituras es fácil encontrar muchísimas promesas hechas
por Dios. Existen promesas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, promesas que tocan
cada área de la vida. Los pactos, o compromisos que Dios ha hecho con el hombre a lo
largo de los siglos., se basan en promesas.
Cuando Dios escogió a Abram (Abraham) para ser su hombre de pacto, El le hizo promesas
que todavía tienen poder hoy en día. “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y
engrandeceré tu nombre, y serás bendición... y serán benditas en ti todas las familias de la
tierra” (Génesis 12:3). La nación de Israel y la raza judía es el resultado de esta promesa, y
los propósitos de Dios no han cambiado con los siglos. A través de esta promesa salió del
linaje de Abraham un salvador, Jesucristo, cuyo propósito fue bendecir a todas las familias
de la tierra. De hecho, Pablo declaró que, “si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de
Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3:29). La promesa que Dios hizo
hace miles de años sigue vigente, y la bendición de la promesa está disponible para
quienes viven por fe. ¡Cuán importante es tener conocimiento de las promesas de Dios!
También, bajo el pacto de la ley podemos encontrar las promesas que Dios hizo para
bendecir a su pueblo. Por supuesto, existían condiciones que ellos tenían que cumplir para
recibir el beneficio de la promesa. Por ejemplo, en Deuteronomio 28, Dios declara, “si
oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus
mandamientos que yo te prescribo hoy (Condiciones), también Jehová tu Dios te exaltará
sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones...”
(Resultado) (Deuteronomio 28:1-2). Así trabaja Dios con su pueblo.
Un Mejor Pacto
Cuando hablamos de los pactos es necesario que entendamos que Dios ha hecho pactos a
través de la historia para el beneficio del hombre. Por medio de Jesucristo, Dios hizo su
último pacto, el más poderoso de todos. “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo
(Jesús), cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas”
(Hebreos 8:6).
Cuando construimos un edificio, lo primero que tenemos que poner es el cimiento. Es el
cimiento el que da fuerza y permanencia al edificio. Construimos un edificio sobre el
cimiento. Podemos vivir tranquilos en el edificio, pues no se moverá porque tiene un
cimiento sólido. Sin un buen cimiento, el edificio podría caer fácilmente. En el mundo
espiritual existe un mejor pacto (contrato), establecido (construido) sobre promesas. Son
las promesas las que dan fuerza, poder y autoridad al pacto. Sin las promesas, el pacto
está vacío. Todo lo que Dios hace en el mundo lo hace a través de sus promesas. Lo que
Dios quiere hacer en tu vida lo hará por sus promesas. Sus deseos para ti dependen de tu
conocimiento de las promesas que Dios te ha dado.
Un buen ejemplo es la promesa de salvación que existe bajo el Nuevo Pacto. Dios declara
a través de Pablo, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
Ahora, veamos el poder de la promesa. Si crees en el corazón, y confiesas con la boca que
Jesús es el Señor, ¿está Dios obligado a salvarte? ¿Es posible que Dios te pueda decir, “No,
no te voy a salvar a pesar de tu fe y tu confesión?” Por supuesto la respuesta es, “No.”
Cuando se cumple con las condiciones, Dios está OBLIGADO a cumplir con su parte.
¡Realmente, la salvación es NADA MAS que fe en una promesa! Todos los creyentes en el
mundo están basando sus vidas en la promesa de salvación y nada más. Ciertamente,
nuestra fe en la promesa desata la gracia de Dios en la vida, y todo el poder que la
acompaña. Sin embargo, el resultado proviene de la fe en la promesa y en la convicción de
que quien promete no mienta. Dios estableció su pacto sobre tales promesas.
Las Promesas Siguen Vigentes
Las promesas representan la manera que Dios usa para establecer su voluntad en el
mundo. Nuestra ignorancia o pasividad en cuanto a las promesas de Dios puede
determinar la calidad de nuestra vida. En 2 Corintios 1:20, encontramos una declaración
sorprendente. “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio
de nosotros, para la gloria de Dios.” En otras palabras, cada promesa que Dios ha hecho al
hombre durante la historia sigue vigente, y está disponible para quien la tome. Existen
promesas inferiores bajo el Antiguo Pacto, y promesas superiores bajo el Nuevo. Pero
todas son en él Sí y Amén.
Es como el chófer de un taxi que siempre encuentra los semáforos con luz verde y nunca
tiene que parar, porque la luz siempre está verde cuando él pasa en su auto. Así es
nuestro Dios. Todo lo bueno que él ha prometido al hombre está disponible para el
creyente. Pero las condiciones se tienen que cumplir. La frase, “por medio de nosotros,”
significa que somos nosotros quienes determinamos si recibimos el beneficio de la
promesa o no.
Por ejemplo, en la promesa de salvación que ya hemos visto, depende del hombre si va a
creer y confesar que Jesús es el Señor. Al creer y confesar la promesa, ésta se activa y se
cumple. Pero depende del hombre. Dios quiere salvar a todos, pero no todos desatan el
poder de la promesa. Ahora, veamos la importancia que Dios da a sus promesas. “Como
todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino
poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por
medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas
llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que
hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4). Déjenme ponerlo en
términos más entendibles:
1. Todo lo que necesitamos para vivir nos ha sido dado. Ya está disponible.
2. Ahora depende de nuestro conocimiento de Dios y sus principios.
3. Su gloria y excelencia nos han dado promesas.
4. Para que por ellas participemos en la vida de Dios...
5. ... y huyamos de la corrupción que existe en el mundo.
Cuando dice, “para que por ellas,” Dios declara claramente que la forma que Él ha elegido
para que nosotros participemos en la vida abundante, y que tengamos protección del
mundo contaminado, es a través de sus promesas. Es LA manera que Dios ha escogido.
Si no vives por las promesas de Dios, no estás viviendo la vida que Dios tiene para ti. Estás
solamente ‘sobreviviendo.’ Dios quiere cumplir sus propósitos y su voluntad en tu vida,
pero solamente lo va hacer por sus promesas. Si eres ignorante de las promesas, o pasivo
en cuanto a ellas, jamás disfrutarás de los beneficios y bendiciones que buscas.
Una Promesa Es Una Semilla
Una promesa de Dios representa lo que Él quiere hacer en tu vida. El poder para cumplir la
promesa se encuentra en la misma palabra de la promesa, como el poder para que crezca
una manzana se encuentra en la semilla de la manzana. Mientras uno no siembra la
semilla, no verá el fruto que potencialmente existe dentro. El poder para que brote un
manzano, está dentro de la semilla. Es siempre “Si y Amén.” Simplemente requiere que
sea sembrada en la tierra.
Así funcionan las promesas de Dios también. El poder para ser salvo se encuentra en la
palabra de Dios sobre la salvación. Cualquiera que la escucha y la recibe puede creer,
confesar y ser salvo. El poder para recibir la sanidad se encuentra en las promesas que el
Señor ha hecho sobre la sanidad. Cualquiera que las escucha y las crea puede ser sano.
“Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Nuestra fe y
nuestra confesión (declaración) desata el poder de la promesa y la promesa comienza
cumplirse.
Dios nos ha dado promesas que cubren cada área de la vida. No existe ninguna
circunstancia ni ningún tema sin una promesa que se pueda desatar para experimentar la
voluntad de Dios en lugar de “la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4). Para vivir la vida abundante que Jesús nos prometió (Juan
10:10), es necesario activar las promesas en cada área de la vida. Muchos activan la
promesa de la salvación pero nunca desatan el poder de las otras promesas. El perdón de
los pecados es solamente una de las mejores promesas que existen en el Nuevo Pacto.
Hay promesas para recibir el poder del Espíritu Santo, salud, ayuda espiritual; hay
promesas de oración, de sabiduría, de fe, para la soledad, para el temor, promesas de
autoridad sobre el diablo, promesas para la familia, el trabajo, los recursos, la protección,
etc. Y es solamente a través de las promesas que podemos participar de la naturaleza
divina de Dios. Eso es la vida abundante.
¿Cómo podemos activar las promesas de Dios?
1. Llena tu mente y tu corazón con una visión de la promesa ya cumplida
Medita en la promesa día y noche hasta que sea real en tu corazón (Josué
1:8).
Mantén los ojos en la promesa y no en las circunstancias (2 Corintios 4:18).
Declara que ya es tuya (2 Corintios 4:13, Proverbios 18:20-21)
2. Proclama la promesa en voz alta constantemente.
3. Actúa y habla como si fuera la verdad (Santiago 1:23-25)
4. Nunca dudes del poder de la promesa de Dios
5. No dejes de creer, hablar y actuar hasta que haya llegado la manifestación.
Decide que vas a recibir lo que Dios dice (Santiago 1:6-8)
No te rindes nunca (Hebreos 6:12)
Sigue haciendo la voluntad de Dios (Hebreos 10:35-36)
Cuando uno capta el potencial que existe en las promesas de Dios, y entiende que todo se
puede desatar por fe, la vida cristiana se transforma de una rutina religiosa y aburrida en
una aventura de fe, victoria y triunfo. Las circunstancias negativas no representan nuestro
destino, sino que son obstáculos temporales que tienen que rendirse frente al poder de la
Palabra de Dios a través de sus promesas. El creyente llega a ser el canal que Dios utiliza
para realizar su voluntad en la tierra.
¡Levántate ahora! Busca las promesas de Dios y úsalas como herramientas divinas para
construir tu vida.
“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la
palabra (promesa) de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de
hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los
creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13)
gracias, me encanto, me libero de todas mis dudas.
ResponderEliminarahora voy a accionar esta palabra en mi vida.
sean bendecidos