La Personalidad de Jesús
Él nos reconcilió con el Padre, nos mostró como ser niños de Dios durante nuestro terreno
peregrinar, nos abrió las puertas del Cielo y envió Su Espíritu para quedarse con nosotros
como Guía y Maestro.
Su vida está llena de cualidades y virtudes por imitar. No vino de manera arrogante a
mostrarnos nuestros errores. Vino como un humilde y obediente siervo para enseñarnos a
vivir. Nos dijo que siguiéramos sus pasos con coraje desde su espíritu y nos prometió que
algún día compartiríamos con él su Gloria así como compartimos con él su Cruz.
Debemos observar la personalidad de Jesús y verla bajo distintas circunstancias -
circunstancias similares a las nuestras- y luego alabarlo asemejándonos a Él según el
máximo de nuestra capacidad.
Su Carisma
La habilidad de atraer a la gente es conocida como un "carisma". Cada vez que Jesús
aparecía en público, estaba en medio de una multitud. Es algo que una persona común y
corriente no puede explicar -solo sabían que este Hombre era diferente. Tan diferente que
parecía dividir a la masa en dos facciones -a favor y en contra. Nadie que conoció a Jesús
se fue sin haber cambiado. Muy pocos entendieron que delante de ellos estaba Dios
hecho hombre. Esta cualidad divina lo distanció de los demás pero a la vez lo hizo ser
cercano y entendible.
Como cristianos, muchas veces nos excusamos y echamos la culpa de nuestra falta de
carisma a la gente y al mundo. Parece que hemos olvidado que Jesús nos ha obtenido ese
carisma -el Carisma hace brillar el Amor Divino a través de la naturaleza humana.
Nos ha dado el Espíritu Santo a cada uno de nosotros para que podamos ser por la Gracia
lo que Él es por naturaleza -un Hijo de Dios- Luz Divina brillando en un alma humana,
Amor Divino irradiándose a través de un frágil recipiente y dando luz a los demás.
Al ponerse de pie frente a unos pescadores que arrojaban sus redes y decirles: "Síganme y
haré que sean pescadores de hombres", el sonido de su voz y la mirada de sus ojos hizo
que soltaran las redes y lo siguieran. (Mc 1, 17)
Estos hombres estaban fascinados por la amorosa autoridad de un Maestro que pedía y
no ordenaba, que amaba primero y esperaba ser correspondido con amor. Este hombre
era un Maestro digno de ser seguido, un hombre singular que llamaba y escogía pero les
daba la libertad de responder.
Su habilidad de pedir y esperar era muy atractiva. Estos hombres sabían que podían decir
"no", pero su amoroso y fuerte llamado los hacía seguirlo. Tenían que saber más de
alguien que podía mandar de una forma tan humilde. En sus corazones sabían que la
elección que harían sería definitiva y que desde aquel momento sus vidas serían
diferentes por haberlo seguido.
Él nunca les prometió grandezas. Simplemente les dijo que harían grandes cosas. De
alguna manera había una diferencia y ellos lo sabían. Su grandeza provendría de haberlo
seguido y estaban contentos por ello. Su carisma estaba reforzado de Verdad porque lo
que decía venía del Padre y no había sombra de duda en Sus palabras. Nunca dejó a
ninguno especular sobre el sentido de lo que decía, aun cuando las cosas que decía eran
casi siempre misteriosas y difíciles de aceptar.
Su humilde autoridad era como un imán que atraía a los pobres y rechazaba a los ricos. La
gente de la calle podía sentarse horas mientras Él les enseñaba en términos que ellos
podían comprender y esto también era algo raro. Trajo verdades misteriosas a su nivel sin
el más mínimo signo de desdén. Se sentían identificados con Él. Aunque Él estaba por
encima de todos, su humilde dignidad hizo que se levantaran del fango de su corrupción y
les permitió mirarlo, no como a un igual, pero sí como a un Amigo.
Nunca perdió su dignidad, pero nunca hizo sentir a nadie menos por eso. Cada gesto suyo
les daba esperanza y les hablaba de su amor y preocupación por ellos.
Fue un hombre entre los hombres. Su dignidad le dio poder para atraer multitudes porque
vino a servir e inspiraba a los demás a servir también.
Mientras iba de lugar en lugar, multitudes de todas las clases corrían a escucharlo. Nunca
perdió de vista su misión, aunque muchos lo aclamaban como a un profeta. Él era Hijo, no
profeta, y su carisma brilló con esplendor mientras le decía a crédulos e incrédulos que
había sido enviado por el Padre.
Su carisma nunca fue puesto en peligro por los aplausos ni tampoco lesionado por las
críticas. Se afianzó en lo que Él era para el Padre y le importó poco la aceptación de los
"aceptados" de sus días. Nunca dudó de quien era o del propósito de su misión y esto
también asombraba la gente. Cuando alguna vez cogieron piedras para tirárselas, Él no dio
marcha atrás -desapareció entre la gente y se fue a otra ciudad.
Leal
Jesús era leal con sus apóstoles, incluso sabiendo plenamente de su cobardía. Era leal con
los pobres, aceptando las críticas de los fariseos, de tal forma que el necesitado nunca se
sintiera abandonado. Era leal a su Padre, cumpliendo su Voluntad, incluso hasta la muerte.
Un día tomó un paseo por entre los campos de maíz y sus discípulos empezaron a tomar
espigas y a comérselas (Mt 12, 1-8). Los fariseos aprovecharon la oportunidad para criticar
a estos hombres sencillos, pero Jesús se alzó para defenderlos.
Vio en los fariseos hipocresía y les recordó que Él era Señor del Sábado. Si sus propios
sacerdotes no violaron el Día Santo mientras trabajaban en el templo, tampoco sus
apóstoles rompieron la ley por comer maíz, ellos estaban con uno que era más grande que
el Templo, el Hijo de Dios.
Pero los fariseos nunca entenderían lo que era ser leal porque usaban la ley y a la gente
para satisfacer sus propios propósitos. Sacaron provecho de cada oportunidad para
criticar a los pobres y necesitados, porque de alguna manera éstos les hacían sentirse
importantes y mejores que el resto de los hombres.
A ellos, Jesús les dijo: "Si hubieran entendido el significado de las palabras: "misericordia
quiero, mas no ofrendas", no habrían condenado al justo".
La perfección exterior es más fácil de conseguir que la interior. Dar de sus bienes y
guardar la Ley puede hacer a algunos orgullosos y criticones. Todos tenemos una
tendencia a juzgar a los demás por nuestra propia cuenta y cuando los demás no se
ajustan a nuestras expectativas o a nuestra idea de santidad, somos por lo general duros e
misericordiosos.
Jesús nos estaba diciendo que la compasión y la misericordia le son más agradables que
los bienes materiales que le ofrecemos.
Cercano y accesible
Cuando Juan el Bautista envió a sus discípulos para preguntar al Maestro si Él era Aquél
que había de venir, Jesús les respondió: "Díganle a Juan -los ciegos ven, los cojos andan,
los leprosos son curados y los sordos oyen, los muertos resucitan, y la Buena Nueva es
proclamada a los pobres" (Mt 11, 4-5)
Jesús se hizo a sí mismo accesible a cualquiera. A diferencia de los anteriores profetas y
los hombres religiosos de su época, que generalmente se mantenían aislados, era fácil
aproximarse a Jesús y Él estaba siempre listo para dar su ayuda. Nunca estuvo muy
ocupado o muy cansado como para no bendecir niños, tocar leprosos, o predicar a
aquellos que anhelaban la Palabra de Dios.
Estaba siempre en el lugar correcto en el momento indicado. Los leprosos clamaban por Él
y nunca temieron alcanzarlo. Por alguna extraña e inexplicable razón siempre sintieron
que podían acercarse a Él y que nunca les daría la espalda.
Los niños pequeños corrían hacia Él y se apiñaban sobre sus rodillas para pedirle su
bendición y esperar de Él alguna tierna caricia.
La mayoría de los pecadores se sintieron atraídos por Él. Era un fenómeno que no podían
explicar. Su Santidad lo hacía accesible y cercano a las criaturas en pecado, cuyas almas
era grotesco mirar.
De alguna forma, en la profundidad de su degradación, sabían que debían acercarse lo
más posible a Él. Como una flor que se vuelve hacia el sol buscando calor, estos pecadores
vieron a Aquél que podía restaurar su inocencia y pureza. Nunca fueron decepcionados. El
los miraría con inmenso amor y todas las cosas que les parecían ser tan importantes
repentinamente se convertirían solo en paja. Ellos sabían que debían cambiar y seguirlo.
Nunca nadie imaginó que Dios se haría tan cercano, que sería tan fácil acercarse a él, que
sería tan ávido para escuchar y tan amorosamente compasivo. La gente había leído acerca
de un hombre santo y habían visto a Juan el Bautista, profeta de Dios, pero ni éste ni
ninguno de ellos era como este Hombre - el Hijo de Dios.
Sus ojos parecían decirle a cada uno "vengan conmigo, y encontrarán paz para sus almas".
El toque de su mano transmitía poderes curativos a través de sus cuerpos, excitaba sus
almas y les hacía buscar sólo el Reino.
Era sencillo al hablar y escuchaba a cada uno como si no tuviera nada más que hacer.
Nunca nadie se sintió apurado en su presencia. Existía esta extraña sensación de que el
tiempo no tenía fin cuando le hablaban. La eternidad que había dejado parecía extenderse
ella misma y les hacía olvidar el tiempo, el lugar, sus ocupaciones e incluso olvidarse de sí
mismos.
Deseaban beber de cada palabra que decía porque éstas hacían arder sus corazones y
permanecían, manteniendo así Su presencia en ellos. Su palabra era distinta a cualquier
otra que habían escuchado. Sin importar a dónde fueran después de verlo, Su amor y su
deseo de perdonar hicieron que miraran sus debilidades como cosas que tenían que
cambiar.
Noble y generoso
Somos generosos cuando damos, pero somos nobles cuando compartimos y nos
abnegamos para que otros reciban la gloria.
Jesús era generoso en dar sus dones y su poder a los hombres finitos.
Le dio a sus apóstoles el poder de sanar, de echar a los demonios y de resucitar a los
muertos, y se alegró cuando regresaron y le contaron de sus logros -logros que Su poder
realizó en ellos.
Le dio gracias al Padre por permitirle compartir sus dones con los hombres. Los alentó a
salir y a usar dichos talentos sabiendo que si a él le habían hecho caso, a ellos también los
atenderían.
Gratis lo recibieron y gratuitamente debían de entregarlos. Debían de dar todo el crédito
de sus poderes milagrosos a Dios e invocar el nombre de Jesús para mostrarle a los demás
la fuente de su poder. El poder en ellos probaría que Jesús había sido enviado por el Padre
-El Padre que tanto los amaba.
Sentido del humor
Es muy razonable pensar que Dios que había creado al hombre para reír, tendría que
haber reído Él mismo. Aunque no hay ningún pasaje específico en las Escrituras que
indique que Jesús haya reído, existen numerosos pasajes en los que se indica que Él sí hizo
reír a los demás. Por lo menos, muchos mostraron aquella complacida sonrisa que uno ve
cuando se dice una palabra o se hace un gesto que expresan algo que no había sido dicho
desde hacía mucho tiempo.
También podemos imaginar a los hombres regresando en la noche a sus casas y
contándole a sus esposas: "¡Hubieras visto lo que les dijo hoy día a los fariseos!, El
Maestro tiene mucha picardía porque confunde a sus enemigos con sus propias palabras".
Una ocasión fue un día que los fariseos habían elegido para hacer quedar a Jesús como
culpable de una trasgresión. "¿Es correcto -le preguntaron - pagar el impuesto al César o
no? ¿Debemos de pagar sí o no? (Mc 12, 15) "Denme un denario y déjenme verlo", replicó
Jesús.
Mirando la moneda y luego a los fariseos, dijo: "¿De quién es este rostro? ¿Cuál es su
nombre?" "César", le respondieron. "Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios".
Cuando leemos este relato, nos sentimos animados a aplaudir y decir "Bravo" y mirando
esta escena, nos viene a la mente otra ocasión en la que, después de haber realizado
varios milagros y expulsado a los comerciantes del templo, fue preguntado por algunos
ancianos "¿Qué autoridad tienes para actuar así?" (Mt 21, 23)
"Y yo", Jesús respondió, "le haré una pregunta, solo una; y si me dan la respuesta,
entonces, yo les diré con qué autoridad actúo de esta forma; Juan el Bautista, ¿De dónde
vino, del cielo de los hombres?"
Las sonrisas en las caras de la muchedumbre deben haber ido apareciendo mientras todos
esperaban la respuesta. Si los sacerdotes y ancianos respondían "del cielo", entonces
Jesús les preguntaría porque se negaron a creer en él, y si respondían "de los hombres" la
gente se alzaría en cólera contra ellos, porque reconocían a Juan como un profeta de Dios.
Al darse cuenta de que habían caído en su propia trampa, le respondieron "no lo
sabemos". Y él les replicó "tampoco yo les voy a responder de dónde viene mi autoridad
para actuar así".
No es difícil imaginarnos la alegría de la multitud al ver a Jesús, una vez más, confundir a
sus enemigos con sus propias palabras y darles esa sensación de seguridad, al ver que el
Maestro que seguían sabía de lo que era capaz.
Estas preguntas maliciosas relacionadas con temas políticos pronto fueron reemplazadas
por preguntas de corte teológico. Si no podían poner al gobierno en su contra, entonces le
presentarían cuestiones problemáticas de la Ley y la Moral para así cambiar la opinión de
la gente.
Jesús nuestro modelo
La principal meta en la vida de todo cristiano es la de ser una imagen perfecta de Jesús, así
como Él es una imagen perfecta del Padre. El amado semblante del Maestro está impreso
en la mente del cristiano. Las palabras del Maestro arden en su corazón.
Él mira la fortaleza de Jesús y trata de ser fuerte, mira a Jesús amable con la
muchedumbre y controla su ira, admira la misericordia de Jesús y perdona setenta veces
siete, siente la compasión de Jesús y conquista su propio orgullo, mira a Jesús heroico,
audaz y valiente y se siente seguro, observa a Jesús respondiendo a sus enemigos con voz
serena -con sinceridad, sin respetos humanos, con perfecto señorío de sí- y trata de ser
como Él. El cristiano imita el sentido de lealtad del Maestro, su celo, su sencillez, su
nobleza y sus amorosas virtudes según el máximo de sus capacidades. Y esto se convierte
en un estilo de vida para el cristiano, porque no se queda satisfecho con dar las gracias
sino que quiere darle perfecta gloria conformándose con Él. Sobre todo, busca amar a la
manera del Maestro -sin tener en cuenta el costo- incluso hasta la muerte.
"Más todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria
del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen, cada vez más gloriosos: así es
como actúa el Señor, que es Espíritu." (2 Cor 3, 18)
CARACTERÍSTICAS DE LA PERSONALIDAD DE JESUCRISTO
A continuación relacionamos las principales características de la personalidad de
Jesucristo.
. Jesucristo es Amor: Esta es la característica más importante de la personalidad de Jesús.
Pues es su gran amor el que ha hecho que los seres humanos tengamos la posibilidad de la
salvación. Medir cuánto, cómo y por qué es que Jesús ama tanto a la humanidad, no lo
sabemos, "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito
(Jesús), para que todo aquel en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna" Juan 3:16.
Jesús el Hijo de Dios vino a esta tierra, solo por amor a usted, y estuvo dispuesto no solo a
venir, sino también a morir y derramar Su sangre por amor a usted, para salvarlo, dándole
de esta forma perdón de pecados y vida eterna al reconciliarlo con Dios. La persona que
más le ama a usted en el mundo es Jesucristo.
2. Jesucristo es Original: La originalidad de Jesús se advierte claramente si se tiene en
cuenta que él no se adaptó ni se pareció a ninguno de los modelos existentes en aquella
sociedad. Me refiero a los modelos establecidos de acercamiento a Dios. El, en efecto, no
fue funcionario del templo (sacerdote), ni piadoso observante de la ley (fariseo), ni asceta
del desierto (esenio), ni revolucionario violento en la lucha contra la dominación romana
(zelota). Jesús rompe con todos los esquemas, salta por encima de todos los
convencionalismos, no se dedica a imitar a nadie. De tal manera que su personalidad es
irreductible a cualquier modelo humano. Esta originalidad tiene su razón de ser en el
profundo misterio de Jesús. Porque en él es Dios mismo quien se manifiesta y quien se da
a conocer. "Quien me ve a mí está viendo al Padre" Juan 14,9. Ver a Jesús es ver a Dios. Y
ésa es la razón por la que Jesús nos sorprende constantemente y hasta nos desconcierta
con demasiada frecuencia en nuestro encuentro personal.
3. Jesucristo es Radical: Esta originalidad se pone de manifiesto, sobre todo, en la
asombrosa radicalidad de Jesús. El, en efecto, fue absolutamente original porque fue
absolutamente radical. Pero radical, ¿en qué? Solamente en una cosa: su total dedicación
y entrega para buscar el bien del hombre, sobre todo el bien y la liberación de los pobres y
oprimidos por el mundo, por el sistema establecido. Por eso Jesús quebrantó leyes,
escandalizó a los piadosos observantes de la religión convencional, se enfrentó a los
dirigentes, soportó la persecución y murió como un delincuente. En ese sentido y desde
este punto de vista, la radicalidad de Jesús no tuvo límites. Porque no tuvo límites su amor
y su fidelidad. Por eso Jesús no fue un fanático, sino un apasionado radical por el bien del
hombre. El fanatismo consiste en anteponer ideas o proyectos a lo que es el bien del
hombre. Pero Jesús no tuvo más absoluto que la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es
el bien de los hombres, sobre todo el bien y la liberación de los pobres y oprimidos.
4. Cristo es Coherente: La coherencia con el plan de Dios. Todo en Jesús fue coherente
porque todo estuvo en él determinado por su profunda experiencia de Dios, hasta el
punto de que Dios mismo se reveló en Jesús, en su persona, en su vida y en sus actos. En
los hombres muchas veces falla esta coherencia. Porque se entregan a Dios de tal manera
que eso entra en conflicto con el bien del hombre (a veces se ha llegado a torturar y matar
por fidelidad a Dios); o por el contrario, se entregan a ciertas causas humanas olvidándose
de Dios y marginando a Dios. En Jesús nada de esto ocurrió: él fue absolutamente fiel al
Padre y absolutamente fiel al hombre. Una fidelidad le llevó a la otra. Porque sabía muy
bien que cuando una de esas dos fidelidades falla, se termina absolutizando lo relativo, lo
cual es tanto como caer en el fanatismo y quizá en la barbarie.
5. Jesucristo es Dios: La Biblia enseña acerca de la eternidad de Dios, y como una de sus
formas en que se manifiesta es en la persona de Jesucristo, una de las Personas que
forman la Trinidad, "...porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad"
Colosenses 2:9. Jesús, siendo Dios, es el Creador de todas las cosas: "En el principio era el
Verbo (Jesucristo), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios...todas las cosas por Él
fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho" Juan 1:1,3. Jesús es la
Palabra de Dios encarnada, la potencia misma de Dios, quien tiene el control de todas las
cosas, y quien además de ser el Autor y Creador, es el Amo y Señor del universo entero,
como está escrito: "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de la creación. Porque
en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra,
visibles e invisibles...todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las
cosas, y todas las cosas en Él subsisten" Colosenses 1:15-17.
6. Jesucristo es el Salvador: El amor de Dios para con nosotros, es práctico, es decir, que
no se limita a palabras, sino que trasciende a los hechos, y la forma de demostrarlo es a
través de la salvación tan grande que nos ha dado. ¿Cómo consiguió Jesús nuestra
salvación? "Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores;
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más Él herido fue por
nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y
por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada
cual se apartó por su camino; más el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros" Isaías
53:3-6. No hay otra forma, persona o credo en el que podamos ser salvos, sino por medio
de Jesucristo, rindiendo a Él nuestra vida y abandonando nuestro pecado. Por eso el único
camino, la única verdad y la vida eterna están solamente en Él. "...porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado a los hombres en el que podamos ser salvos" Hechos 4:12.
7. Jesucristo es la Vida: ¿Cómo encontrar la vida eterna? ¿Quién la tiene y quién la da? La
respuesta está en Jesús, el autor de la vida, quien fue capaz de poner su vida al morir por
usted, pero también fue capaz de tomarla de nuevo al resucitar de entre los muertos,
pues Él es eterno y sus días no se acabarán jamás. "En Él estaba la vida, y la vida era la luz
de los hombres " Juan 1:4. La vida del hombre no acabará en este planeta, sino que
trascenderá la eternidad, si le entrega su vida a Jesús "Porque como el Padre levanta a los
muertos y les da vida, as í también el Hijo a los que quiere da vida " Juan 5:21.
8. Jesucristo es la Resurrección: La esperanza del hombre es encontrar la salvación que
conduce a la vida eterna. Aunque muchos se cuestionan si en realidad existe vida después
de la muerte, podemos afirmar lo que la Biblia establece: "Y de la manera que está
establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio"
Hebreos 9:27.
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